Arte y belleza en el Palacio de Bellas Artes

Inaugurado la noche del 13 de mayo de 1956 en Santo Domingo, este templo del arte retornó glorioso a su esplendor original el 9 de octubre de 2008 con un acto abarcador, que incluyó música clásica, teatro, ballet y un despliegue de fuegos artificiales.

 

Por Miriam Veliz

Si pasa por la Avenida Máximo Gómez esquina Independencia se sorprenderá al encontrar una impresionante estructura neoclásica diseñada con cuatro fachadas, rodeada de bellos jardines clásicos y custodiada por ocho estatuas de cemento-piedra que simbolizan divinidades griegas alusivas a las artes y las ciencias, obras del artista español-dominicano Antonio Prats-Ventós.

Se trata del Palacio de Bellas Artes, donde la escultura, la pintura, la danza, la música, el canto, el teatro y la poesía tienen su más hermoso hogar en el país. Esta fue “la primera construcción de esa envergadura destinada al uso público, la formación artística, al esparcimiento y el deleite espiritual”, señala Myrna Guerrero en su libro “El Palacio de Bellas Artes 1956-2008”, donde da interesantísimos detalles sobre esta obra que fue diseñada por Francisco Manuel Batista Bisonó y Bienvenido Martínez Brea.

Pero los detalles que impresionan tal vez sean más estéticos que prácticos, y siguen los cánones de los grandes palacios del mundo: sus amplias escaleras exteriores, su decorado interior, el cuidado y el lujo que reflejan sus espacios: los dos impresionantes murales de José Vela Zanetti, con sus trazos fuertes llenos de color, los pisos de mármol italiano, las sólidas columnas que sostienen la cúpula del Salón de la Rotonda, una de las áreas de exposiciones, entre las cuales se levantan copas de alabastro y bronce sobre pedestales de mármol, la réplica de la estatua de Dafne y Apolo en mármol de Carrara en el centro de una fuente interior que espero un día ver encendida… la técnica de estucado en los techos, el bronce de sus lámparas, la madera preciosa de sus muebles y sus puertas, en caoba centenaria, las preciosas barandillas de bronce de las escaleras que llevan del Salón Español al segundo piso, que es el Salón de la Rotonda, todo de primera.

Su sala principal, o auditorio, con capacidad para más de 600 personas, lleva el nombre del poeta y dramaturgo Máximo Avilés Blonda, y en su escenario, sobre el cual hay un bello friso inspirado en un antiguo vaso griego que representa la música y la danza, se han presentado importantes ballets, obras de teatro, recitales de poesía, conciertos…; y en las paredes laterales, máscaras terminadas en oro, alusivas a la comedia y la tragedia, hablan de teatro.

Otro espacio habilitado es el Salón de los Espejos, que corresponde al antiguo bar del Palacio, ha sido objeto de una gran remodelación mediante la colocación de finos espejos que recubren las cuatro caras de las numerosas columnas provocando una impresión de mayor amplitud y lujo.

Eso es para República Dominicana el Palacio de Bellas Artes, una obra de arte en sí mismo, “un templo a la belleza, a las musas” como decía hace pocos años el periodista Jhonathan Liriano con mucha razón. A ese espacio, visitado por las musas, es al que hoy les invito. Déjese llevar por ellas a un horizonte de belleza, de creatividad y esplendor.

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