Las ruinas de San Francisco, magia e irradiación

05Ruinas_del_Primer_Convento_de_San_Francisco_de_As_sPor Miriam Veliz   

Visitar un país, o una zona de tu propio país, es abrirse a experiencias que transforman internamente, que ayudan a mayores comprensiones de las cosas y el mundo, aunque uno no se dé plena cuenta de ello. Pero eso se potencia si se hace con ojos nuevos, con corazón, sintiendo, empapándose de las cosas, entrando en ellas en la medida que sea posible. Ahí está la invitación a vivir plenamente.

10494717_1435007910096185_8575564309050697283_n Hoy propongo una visita a un lugar especial: las ruinas de San Francisco, en la Ciudad Colonial de Santo Domingo. Yo las visité por primera vez en 1984 en un breve recorrido. Emocionada, olvidé la cartera, que dejé en el piso, toqué sus paredes  y me metí en el aroma de su ambiente, en los colores de las ruinas, imaginando fuegos destructores, guerras, gente corriendo…  Gracias a Dios no andaba sola y mi acompañante me siguió cartera en mano. En 1997 volví a ver estas viejas amigas nacidas en 1508 bajo la gobernación de Nicolás de Ovando. Sus paredes seguían igual, mientras yo había cambiado… En el año 2000, cuando una de mis hijas cumplía 15 años y me pidió una sesión de fotos, llamé a un fotógrafo profesional que me sugirió hacerlo en las ruinas, ubicadas en la calle Hostos esquina Emiliano Tejera. El lugar era ideal, tenía razón.

Ruinas-de-San-Francisco-Santo-DomingoPero mi niña no sabía casi nada de este antiguo convento de frailes franciscanos, el primer monasterio  del Nuevo Mundo, o sea que aunque le gustó, sus paredes no podían tener el mismo sentido que para mí. Y lo mismo puede pasarle a muchos. Para ustedes cuento a grandes rasgos la vida de este lugar donde ahora cada domingo por la tarde se reúne gente de todo tipo y edad a bailar son con la música de un interesante grupo llamado Bonyé, que además toca merengue, llenando las ruinas de vida y alegría. Y tengo entendido que también ha habido jazz, boleros y otras melodías, o eventos, siempre con autorización de Patrimonio Monumental, pues el tiempo ha desgastado las ruinas y deben ser protegidas.

En las edificaciones que conformaban este complejo construido por etapas alrededor de un patio central: el convento, la iglesia y la capilla de la Tercera Orden, los franciscanos, que fueron la mayoría de los misioneros que vinieron a estas tierras, vivían, oraban, educaban y trataban de convertir a los taínos hablándoles de Dios según ellos lo entendían. Pero hasta aquí llegó, en 1586 el famoso corsario (o pirata) Francis Drake, quien saqueó la ciudad y, claro, el monasterio, dejándolo maltrecho. De modo que las paredes en pie guardarán memoria de las oraciones, vida y enseñanzas de los frailes, de los nativos, del saqueo y el temor… y de la reconstrucción de que fue objeto y que le permitió seguir adelante, hasta que el siguiente siglo trajo otro duro golpe: el terremoto de 1673, que produjo serios daños a la infraestructura, la cual luego volvió a ser restaurada. El siglo 18 la tragedia volvió a tocarlos con fuerza con el terremoto de 1751. Nada, de vuelta a reconstruir…

En el siguiente siglo, la fecha del golpe fue 1808. Se cumplían 300 años del inicio de esta construcción y le tocó “vivir” la batalla de Palo Hincado, que formaba parte de los esfuerzos dominicanos por recuperar el control de su territorio, el cual desde 1795 era colonia francesa. Un cañonazo destruyó parte del techo, que colapsó, la cúpula se partió, y otros daños siguieron como parte del conflicto. Claro que una vez obtenida la soberanía (1809) y recuperada la paz, era lógica la restauración, pero lo que se va perdiendo en el camino difícilmente se recupera. Ese mismo siglo el lugar cambió de propósito: en 1880 se convirtió en un hospital para enfermos mentales, inadvertido reflejo de lo débil que estaba y de lo mucho que había sufrido este lugar… Pero fiel a su trayectoria de un golpe fuerte por siglo, en 1930, un 3 de septiembre para ser exactos, la naturaleza gritó: se desató uno de los más terribles huracanes que hayamos sufrido, el ciclón de San Zenón, que dejó tan maltrecho este centenario lugar, que no volvió a repararse…

Y así, aun en ruinas, es un lugar hermoso, donde no solo las parejas se toman románticas fotos, sino que lleno de vida, acoge espectáculos al aire libre -con cuidada supervisión de Patrimonio Monumental, pues se dice que las paredes están frágiles-, reuniones diversas, y los domingos por la tarde, música y baile, como ya les conté. Gente diversa y divertida, alegre o romántica, pensadores, escritores, amigos, músicos ensayando… todos son bienvenidos.

El primer monasterio de América, ya en ruinas, fue una de las razones por las que la Ciudad Colonial, también conocida como “la Zona”, fue declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Pero ahora estamos en un nuevo siglo, y una nueva amenaza se cierne sobre ellas. La propuesta para intervenir las ruinas consiste en completar la edificación, con techo y todas las partes faltantes, utilizando hormigón a continuación de los muros originales, e incluye un centro de eventos y parque arqueológico, parqueos y la eliminación del área verde.

Mientras deciden qué hacer, dese una vuelta por las ruinas de San Francisco, todavía no intervenidas, y en caso de que el plan se desarrolle, no se desanime, recuerde la torre Eiffel -salvando las diferencias-, que fue considerada un adefesio fuera de lugar en principio y hoy día es un símbolo de París, y de toda Francia. Sea optimista. Lo que ocurra será lo mejor. Viva la historia, y dele vida al lugar.

 

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